Escuela
de Padres

¿Qué es la Escuela de Padres?

En Psicogym ofrecemos a los progenitores el asesoramiento adecuado para que puedan modificar y/o eliminar las conductas no deseadas de sus hijos, sepan aumentar las conductas deseadas, puedan desarrollar en ellos una sana autoestima, etc.

Los niños no vienen al mundo con un libro de instrucciones, por lo que los padres tienen que enfrentar multitud de nuevas situaciones que les crean incertidumbre respecto a si lo están haciendo bien o mal. Indudablemente, cada uno de nosotros guiamos nuestra actuación según nuestra “filosofía de vida”, es decir, según nuestras ideas, creencias, valores, etc., etc. Buena parte de todo ello nos viene dado según nuestro propio proceso de crianza, es decir, así como nuestros padres nos educaban, pero otra buena parte de esa “filosofía de vida” nos viene dado por el medio social en el que vivimos, medios de comunicación, cine, etc., y por nuestras propias experiencias como adultos. En resumen, cada miembro de una pareja tenderá a educar a su descendencia según el conjunto de todas las experiencias vividas, tanto directa como indirectamente, intentando hacerlo lo mejor posible, cosa que no siempre se consigue.

A finales de los años 70, el Doctor Josep Toro, Pionero de la Psiquiatría Infantil y Juvenil en España, escribió una obra de enorme trascendencia educativa: “Mitos y Errores en la Educación”. En este libro, el autor describía detalladamente tres estilos educativos: el Estilo Sobreprotector, el Inhibicionista y el Punitivo. A esta clasificación, posteriormente, otros autores añadieron el Estilo Asertivo.


Estilo Sobreprotector

Los padres piensan que son absolutamente responsables de todo lo que le ocurra a su hijo, y que él solo no sabrá o no podrá hacer las cosas, pretenden a toda costa evitar que su hijo se equivoque, que cometa errores, etc. Están enormemente preocupados por lo que le pueda pasar a su hijo si no le ayudan, incluso pueden enfadarse si el menor pide hacer las cosas solo. Siempre le aconsejan acerca de cómo tiene que actuar, tienden a dárselo todo hecho y pueden llegar a castigarle si actúa por iniciativa propia. Ponen más atención a los errores y defectos del menor que a sus virtudes y éxitos, confirmando así sus propias creencias acerca de la inexperiencia e incapacidad del niño. Por otra parte, elogian y animan cuando el menor busca el apoyo en los adultos.

Este estilo educativo se basa en una excesiva responsabilidad por parte de los progenitores que ven al menor como poco capaz, vulnerable y al que hay que proteger. Esta hiperresponsabilidad, les lleva a sentimientos de culpa cuando no consiguen evitar problemas o inconvenientes al niño.

Como consecuencia de la sobreprotección, el menor no desarrolla adecuadamente su autoestima, ya que, al no dejarle que pruebe sus propias capacidades, duda de ellas. Por otra parte, tampoco desarrolla sus habilidades sociales, es temeroso, tímido y busca constantemente apoyo y seguridad en otras personas.


Estilo Inhibicionista

Este estilo educativo sería el polo opuesto al anterior. Aquí, los padres piensas que el menor debe comprobar desde su infancia lo dura que es la vida y que así saldrá fortalecido. Se ponen nerviosos o se enfadan si su hijo pide ayuda o muestra alguna debilidad o dependencia. Suelen prestan escasa atención a las conductas adecuadas, mientras que castigan aleatoriamente las inadecuadas Elogian y animan muy poco al menor.

Este tipo de educación conlleva una responsabilidad nula o mínima por parte de los padres, quienes piensan que el niño debe aprender a valerse por sí mismo y que no deben interferir en su proceso de aprendizaje. Los padres no tienen ningún sentimiento de culpa respecto al adecuado desarrollo del menor, ya que piensan que lo único que deben hacer por sus hijos es cuidarlos, vestirlos, alimentarlos y llevarlos al Colegio.

En este contexto, si el menor tiene la oportunidad de adquirir las habilidades adecuadas, desarrollará un concepto de sí mismo positivo, ya que, al haberse visto obligado a poner a prueba su competencia personal, puede sentirse satisfecho. En caso contrario puede sentirse desvalido, abandonado y sentir rencor hacia los padres.



Estilo Punitivo

En este caso, los padres piensan que los menores deben aprender a comportarse de manera adecuada, tienen obligación de obedecernos en todo y no deben hacer lo que se le prohíbe. Los padres suelen ponerse furiosos cuando el niño no actúa de acuerdo con estas reglas. Fijan su atención en el comportamiento inadecuado, en sus errores y equivocaciones y castigan duramente cualquier intento por parte del niño de independencia, e ignoran su comportamiento adecuado.

Este estilo educativo se caracteriza por una alta exigencia: todo el mundo tiene la obligación de actuar de la forma establecida por las normas. La excesiva exigencia lleva a la intolerancia y a la incomprensión, por una parte no se permite ninguna desviación del comportamiento y, por la otra, no se reconoce el esfuerzo que supone actuar de acuerdo con instrucciones de figuras de autoridad, ni se comprende que, para adquirir una habilidad, debe transcurrir cierto tiempo, y que, mientras tanto, habrá errores y equivocaciones. El comportamiento adecuado no se recompensa: “No ha hecho más que cumplir con su obligación"

En este contexto, el menor desarrolla un concepto de sí mismo negativo, ya que está recibiendo críticas constantes por su conducta Puede desarrollar conductas de evitación, por lo que no tiene iniciativa debido a sus expectativas de fracaso o castigo. Pueden aparecer ansiedad crónica, fobias u otros trastornos de ansiedad.


Estilo Asertivo

Los padres piensan que el menor tiene que aprender a comportarse adecuadamente, pero que tiene unos gustos, preferencia y deseos y hay que respetarlos. Permanecen tranquilos mientras comprueban los progresos de su hijo y satisfechos cuando éste cumple sus instrucciones, pero también, cuando expresa sus preferencias. Suelen fijarse en los progresos y en los elementos positivos de la conducta de su hijo, así como elogiar tanto los esfuerzos como los logros, aunque también castigan con firmeza las conductas inaceptables. Ignoran pequeños errores o fallos y reconocen que al niño le cuesta un esfuerzo hacer lo que le piden, porque es nuevo o porque quizás prefiere hacer otra cosa.

Al elogiar unas conductas y no otras, el niño aprende a discriminar y generalizar los aprendizajes. Así, crece y se desarrolla seguro en sí mismo y con una autoestima saludable. Progresa adecuadamente y toma la iniciativa.